jueves, 25 de octubre de 2012

Catulo



Vivamos,  y amemos:
los rumores severos de los viejos que no valgan ni un duro todos juntos.

Se pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
sola noche sin fin dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez,  de nuevo ciento,
luego otros mil aun y luego ciento…

Después, cuando sumemos muchos miles confundamos la cuenta hasta perderla
que hechizarnos no pueda 
el envidioso al saber 
el total de nuestros besos.


TEDM


Seguramente, ésta será una entrada típica como otras muchas que puedan haberse escrito tras una reflexión que el autor hace sobre su vida. Llevo más de medio año con un tema que no consigo hacerlo desaparecer de entre mis pensamientos y, quizás, le dedico un tiempo inmerecido o me siento demasiado implicada como para olvidarlo de un día a otro.
Aunque el intento de aislarse para no conocer a nadie estuviera ideado con la mejor estrategia, la llegada de personas en nuestras vidas es inevitable. Algunas permanecen para siempre, otras las vemos llegar, esperamos a que se queden pero acaban yéndose sin poderlo remediar. Pero al final, siempre quedamos rodeados de los que nos quieren y a quienes queremos. 
La confianza es uno de los sentimientos más bonitos que existen. Saber que en ella se basan los cimientos de una gran amistad es casi un lujo que pocos se pueden permitir, aunque todos hablen de ella: ignorantes, al igual que sabios, hay en todas partes, solo que los primeros no saben lo que son.

Sé que necesitaré mucho más tiempo para que esta situación deje de afectarme pero cuando el sentimiento ha sido grande, el vacío que deja es de la misma magnitud, con la diferencia de que duele.

Nada puede volver al momento inicial, dado que unas circunstancias te llevan a él, y es prácticamente improbable que vuelvan a suceder del mismo modo y orden- ni siquiera puede repetirse la fecha en que sucede- tendiendo a darlo por perdido. A veces, tendemos a analizar el error una y otra vez, pensando en lo que podría haber llegado a ser y no fue, pero llega un momento, y advierto de antemano, que cualquier solución es inútil.
Cuando se comparten más que unas simples palabras, cuando las connotaciones solo pueden saberse en  nuestro propio entorno: aíslate. Puedes irte con esa persona lejos; nunca estarás sólo. No dejaréis que el uno vaya sin el otro. Reiréis siempre sin motivo pero con todas las ganas. Los ánimos nunca estarán de más y ni las lágrimas de menos, sin embargo, aun así, no cometáis el error de darlo por eterno: el simple hecho de que necesitamos más de una vida -morir- para conocernos a nosotros mismos, nos hace conscientes de que no podría suceder algo así.

El mañana es tan incierto como una promesa de hoy.
Intentaría de nuevo volver a empezar, pero sería inútil: ya habría sucedido antes. Nuestros caminos se están separando, lo sé, lo noto. Es así. Admiro su capacidad para olvidar los problemas y apartarlos a un lado -siempre lo he admirado-, aunque me duela el pensar que no significo nada para él. Quiero decir, que ya nada es como antes y lo ha dejado pasar, sin que le afecte en lo más mínimo.
Ahora es cuando echo de menos todo: los planes que hicimos, los momentos que vivimos y los secretos que compartimos. Cuando una amistad es tan grande, solo quedan momentos buenos. Los malos están solo para recordarnos que hubo algo mejor.