viernes, 6 de abril de 2012

Creo que...

         Odio su dulce risa de niño pequeño en contraste con su voz de hombre al hablar. Odio su forma de vestir, con un estilo que ni el mismísimo dios sabría definir. Que sus manos estén secas siempre, como las mías; que no sepa de qué color son sus ojos. Odio que no se atreva a hablarme delante de la gente pero que me lo diga todo en secreto con una sonrisa. Odio escuchar su música, que me taladra la cabeza aunque que mis pies no dejen de marcar su ritmo. Odio su rebeldía, su espíritu soñador, su capacidad de olvidarse de los problemas. Odio sus ansias y momentos de locura porque a mi también me incumben y eso que intento apartarme en la mayor medida de lo posible; que se quede dormido por la noche mientras hablamos y sentirme culpable de no poder desearle dulces sueños, echar de menos sus escasos 'te quiero' que acrecentan mis ganas de oírlos más usualmente sin llegar al punto de aborrecerlos. Intento mentalizarme de que odio todo lo que me gusta de ti, por si llega el día en que tenga que hacerlo, para que no sea tan grave y repentino.
¾ Reflexiones nocturnas.

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